domingo

el afinador...

El músico se había dejado la cartera olvidada en su estudio. En aquellos instantes no tenía los 15,75€ que marcaba el taxímetro.
- Puedo darle cualquier otra cosa... - me dijo, apurado.
Al instante, casi sin pensarlo, el músico abrió la funda de su guitarra y con cierto halo de tristeza sacó de sus tripas un pequeño afinador:
- Me costó algo más que la carrera. Tómelo. Espero que sepa apreciarlo.
Sin tiempo de reacción (después pensé que no debí haberlo aceptado) el músico se marchó con un adiós desafinado.
Reanudé la marcha con su afinador en la mano, buscando en él (y en mi cabeza) alguna utilidad práctica. En esto, y aprovechando un semáforo, me lo acerqué a la boca y solté:
- Dooooo...
En la pantalla del aparato apareció un signo "+" que, supuse, me indicaba que tenía que subir el tono hasta alcanzar un "Do" afinado. Modulé mi voz:
- Dooóóó... - del "+" pasó al "-", y bajé el tono hasta conseguir el "OK" del afinador.
Contento como un niño con cuerdas vocales nuevas (había conseguido alcanzar, con mi misma voz, un Do redondo) continué afinando el resto de mi espectro tonal (Reeééèè, Miiìíì, Faààáá,).
Así, dominado el asunto, cuando se montó en mi taxi el siguiente usuario, solté en Mi bemol:
- ¿Dónde le llevo? - (el afinador, escondido en mi regazo, me dio su "OK").
- A la Carrera de San Francisco - me dijo desafinando en Fa "-", según el aparato.
Tres o cuatro usuarios atonales después, buscándole otra nueva utilidad al afinador, se me ocurrió acercármelo al pecho. Por su pantalla comprobé que los latidos de mi corazón sonaban medio semitono por debajo del Re.
Entonces decidí llamarte. Y funcionó: Nada más descolgar el teléfono y oír tu voz me afiné por dentro.