Se congelan las manos, se congela la vida, el camino, los rostros, las miradas, las sábanas, los sueños, los días, la sangre, el viento.
Lo bueno es que en el próximo despertar de sol, todo volverá a ser normal. Todo lo opaco, algún día, vuelve a brillar. Sólo hay que dejar entrar la luz. La luz de la verdad, del amor...